Hace ya  siglos, se celebra en algunas regiones del mundo la Semana Santa, que para algunos es conocida como la Semana de  Turismo. Siempre son bienvenidos los días donde hay tiempo para el descanso, días que nos permiten romper con la rutina diaria y descubrir otras facetas de nuestra vida, pues somos como los pescaditos que viven, siempre en un mismo ambiente y así nos concedemos el permiso para «salir de la pecera».

Como no existe la casualidad, lo que se nos presenta debe servir para algo: así se manifiesta la vida. Si estamos atentos siempre nos va a sugerir de mil maneras, qué hacer y cómo hacerlo; qué hay que cambiar o afirmar. Si estamos dispuestos a saltar de la pecera, necesitamos cambiar la forma de pensar, como primera condición.

Lo que conocemos como vida, se manifiesta en constante movimiento, en todos los aspectos. Todo movimiento trae cambios. El que quiera acompañar la vida, necesita darse cuenta cuando le susurra la voz del corazón: la intuición se oye en el silencio del pensamiento.

Las costumbres, las creencias, las dependencias, apegos, traen miedos, indecisiones, sufrimientos y quietud. ¿Cómo hacemos para cambiar, si siempre actuamos de la misma manera? El que cambia la forma de pensar; cambia la forma de sentir. Como consecuencia cambia la forma de actuar.

JESÚS Y LA SEMANA SANTA

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Un hombre llamado Jesús, luego de nacer en un pesebre; rodeado de animales aparece varios años más tarde, como un sabio de sabios. Trasmitiendo una enseñanza que acompaña al hombre, desde el nacimiento de la humanidad y dos mil años más adelante, sigue totalmente vigente. Es necesario develar los misterios de ésa doctrina, pero para eso deben caer dogmas, interpretaciones antojadizas y todo intento de ocultar la verdad.

La historia,  dicen los sabios, es una mentira enmarcada, porque cada cual la interpreta según sus propios intereses. Los hechos relatados, nos cuentan que luego de dedicar su vida a enseñar, curar enfermos y mostrar un camino a través de sus hechos, le tocó enfrentarse al mundo de aquella época. El mundo son los sistemas, las creencias, los dogmas, las instituciones que los representan y que no son compatibles con los principios, que éste superhombre llamado Jesús el Cristo sostenía. Todo éste cúmulo de intereses, es lo que nos muestra la Semana Santa de un Jesús histórico; petrificado en los dogmas de los hombres de la época. 

Nos interesa reflexionar el porqué y el para qué, un sabio de sabios,  llegó a vivir ésta terrible experiencia de la crucifixión. sería necesario estudiar profundamente, el verdadero significado de la pasión muerte y resurrección del Cristo.

Este gran ser no dejó ningún mensaje escrito; su enseñanza quedó por los siglos expresada sobre un madero. Su gran mensaje, (“yo soy el camino, la verdad y la vida”) todavía no se ha cumplido. Con esto se cumple la máxima, que debemos aprender a leer donde el maestro no escribe.

Hoy estamos asistiendo al derrumbe de las creencias, la falsedad de lo que el hombre ha tomado como costumbres. Todo aquello que expresa la inconciencia y la mentira; en resumen, la falta de sentido común.

A través de simbolismos, su alma mostró al mundo lo real de aquello que por los siglos de los siglos Es. Para comprender su mensaje hay que ser profundamente científico, un investigador serio que no se conforma, con lo que le dicen.

LA SEMANA SANTA EN UNO MISMO

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Ejerciendo el Arte de la Vida, aprendiendo a aprender con mente abierta, sin poner por delante lo que uno cree o conceptúa. De esa manera  puede  entrar lo nuevo, en cada uno de nos. Ser un filósofo es amar la sabiduría; estar atento a lo que sucede dentro nuestro, para poder conocerse a si mismo.

”Cómo  es afuera es adentro; como es arriba es abajo” enseñan los sabios, para comprender que la existencia del hombre,  es el producto de lo que lleva dentro. en síntesis,  la religión se puede decir, es ni más ni menos la gran tarea, de unir al hombre con su creador.

Una forma religiosa, es la interpretación que el hombre le da a la divinidad, aquí en el mundo material. pero nos habremos preguntado en algún momento ¿de dónde vengo, para donde voy; cual es el real sentido de la vida?

El Cristo como vida tiene dos expresiones; una física y otra espiritual. La vida espiritual es la inteligencia, el ánimo, la voluntad, aquella voz del corazón. Esto es lo que permite, que tengamos un cuerpo que se pueda mover, piense, vea, oiga, saboree, entienda y hasta pueda tocar para creer “como Tomás”. Cuando se retira lo espiritual por consecuencia; el físico deja de existir.

Esta fuerza cósmica; el Cristo, toma cuerpo físico en cualquier hombre o mujer, para enseñarnos a encontrar nuestro verdadero camino. Así podremos responder a la pregunta, que en algún momento nos hicimos, cuando los eventos de la vida nos golpearon y Él nos ayudó a comprender de dónde venimos.

Cuando uno entiende, que es una manifestación en chiquito, de ésa fuera universal caminando en éste planeta, empieza a comprender “¿Qué hago aquí?”. Entonces el corazón manda el mensaje y nos dice ”para donde voy”. Una vez que conocemos el destino; le encontramos   ”el real sentido de la vida”.

Esto nos viene a enseñar, lo que es el drama de la Pasión. Sin embargo, el hombre en su alienación, toma la máxima expresión del amor, que es la vida y la encarcela. Las falsas creencias, las cadenas del miedo, la preocupación, el qué dirán, la envidia, son las causantes de nuestra separación con el Redentor.

Todos éstos pensamientos; falsos sentires, que no obedecen a lo real, nos convierten en aquellos romanos que le torturaban mientras estaba atado.

SIMBOLISMO DE LA CRUZ

El camino hacia la crucifixión, lo hizo cargando su propia cruz; enseñándonos que es lo que nos toca vivir. Ésos palos cruzándose en la cruz; uno horizontal y el otro vertical clavado en tierra, se unen para darnos un mensaje. Nos quieren demostrar que es imposible la redención humana; (subir por el vertical que es el espíritu), sin apoyarse en la horizontal, que simboliza la vida de cada instante. Esa vida toma cuerpo físico, en una persona llamada Jesús; gracias a que él se preparó, consagrando su existencia a forjarse física e internamente, para conquistar su espíritu. Necesitó conocerse a sí mismo, comprender qué le sobraba o qué le faltaba a su sicología; para permitir que su verdad se manifestara.

La verdad tiene su oponente en la mentira. La verdad es el Ser; la mentira es parecer. Eliminar la mentira en nosotros, es descubrir dónde está lo falso, aquello nos hace infelices. Eso se llama muerte, eliminación de defectos que están ocupando, el puesto de lo verdadero que cada cual tiene.

Los defectos que uno carga, son la causa de la enfermedad y del dolor; por esa razón  nos volvemos sordos a la voz interior. El  sordo por más que escuche no oye; escucha pero duda; escucha pero no tiene fe. El que es capaz de oír puede ser guiado por la verdad, que está dentro de sí. Por eso Cristo decía “el que tenga oídos para oír que oiga”. El que oye entiende, para luego comprender; que quiere decir hacer.

El camino, la verdad, como también la vida, son hechos. Por eso el que no hace no anda y el que no anda retrocede. El camino es acción, movimiento constante.

Pero él no escribió libros, sencillamente hizo. Tomó su cruz y marchó hacia su destino; El Gólgota; la muerte sicológica. Gracias a esto demostró quien era, cumpliendo con un drama cósmico, que siempre se repite en el universo. 

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CONCLUSIÓN

Es necesario comprender, que hay un Cristo histórico que hace dos mil años, representó un drama cósmico, que cambió la historia de la humanidad; (Antes de Cristo y después de Cristo). Pero el Cristo es una fuerza universal y cósmica, que nace en cualquier lugar del universo, donde haya un hombre capaz de representarlo. Y cuando ésta fuerza se manifiesta, aparece el Cristo Intimo que Dios puso en el corazón del hombre.

Hay que entender que cualquier ser humano, está invitado a encarnar esa fuerza divina, que yace latente en cada uno de nosotros. Para que una persona sea quien sea, se convierta en un hombre verdadero necesita vivir la pasión, muerte y resurrección.

La muerte es la fiel compañera de la vida. El que se despoja de lo que le sobra, mata la muerte con la vida. Los hechos son los hechos y frente a los hechos hay que rendirse. El que se conquista a sí mismo, a través del autoconocimiento, conquista la Verdad, que es su Ser. Logró religarse. Se unió a su Creador.

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